“Pastor con olor a oveja”; peruanos califican al papa León XIV como cercano a los fieles

🔸 Durante su paso en Perú, Robert Prevost acercó a los jóvenes a los deportes para alejarlos de la delincuencia.

#ROMA | Héctor Camacho recuerda a Robert Prevost, quien asumió el cargo de papa León XIV, como un joven misionero de Chicago que vestía jeans y hablaba mal español, que llegó a Perú en un momento en que el país se encontraba desgarrado por un conflicto interno.

Camacho era un adolescente y monaguillo en 1985 en la ciudad de Chulucanas, en el norte de Perú, al borde de la selva, cuando Prevost llegó para ser párroco. Fueron los primeros pasos del futuro pontífice en un país que sería su hogar intermitente durante los siguientes 40 años.

En la ciudad donde Prevost comenzó a poner en práctica su educación religiosa en Estados Unidos y Roma, lo recuerdan como un joven encantador con un talento precoz para el ministerio.

“Él (papa León XIV) tenía un aura que llegaba a la gente. La gente se le acercaba”, dijo Camacho, ahora de 53 años, en una pequeña capilla en el pueblo de Yapatera, donde Prevost predicó.

Camacho rememora los viajes a las iglesias de adobe que salpican la región de Prevost, a veces a pie, a veces a caballo, cargando crucifijos y vino ceremonial.

Recuerda a Prevost pidiendo ayuda a los monaguillos con las palabras en español, llevándolos de excursión a la playa y contratando entrenadores de karate, natación y baloncesto para mantener a los jóvenes del pueblo alejados de la delincuencia.

“Gracias a su juventud caminaba al son de nosotros, nos íbamos a ver basket en el coliseo, nos íbamos un fin de semana a la playa y él nos llevaba”, afirmó.

Prevost, quien se nacionalizó peruano en 2015, acabó aprendiendo a hablar español con fluidez con los años. Sus platos favoritos son algunos de los más típicos del país, como el ceviche de pescado y el chicharrón de pollo.

De 2015 a 2023 fue obispo de la ciudad de Chiclayo, a unas cuatro horas en auto de su primera parroquia.

Los residentes insistieron en lo mismo sobre la figura de Prevost: que era un “pastor con olor a oveja”, lo que significa que era muy cercano a su congregación.

“Siempre nos hablaba del valor de la comunidad, que forma parte de la belleza de San Agustín”, dijo Alvarado. León XIV será el primer papa de la orden agustiniana.

Alvarado explicó que los agustinos querían llegar a la gente y que la orden otorgaba becas para estudiar ingeniería y derecho en la universidad.

“Esperaba que adoptara el nombre de Agustín, pero conociendo a Roberto, no quería que pareciera que los agustinos eran el centro de todo y gobernaban”, dijo Alvarado.

El último papa León fue conocido por su compromiso con la justicia social.

“Dice que quiere una iglesia que escuche la difícil situación de los pobres, y creo que Robert (Prevost) lo va a lograr; va a unir en lugar de dividir”, agregó.

Óscar Antonio Murillo Villanueva, de 64 años, sacerdote de la cercana arquidiócesis de Trujillo, manifestó que conoció a Prevost a finales de los años 80 y que el papa lo ayudó tras un período de turbulencia personal.

“Sufría con el dolor del pueblo peruano”, comentó. “Nunca se quedó callado de la situaciones de injusticias que sucedían aquí en Trujillo y en Perú (…) temas de las matanzas, la situación de los gobernantes que no hacían nada, de las épocas de las lluvias”.

Otros recuerdan a Prevost como una persona divertida y serena, que nunca se dejaba llevar por emociones fuertes, aunque decían que podía ser estricto con el rigor académico, llegando a expulsar a estudiantes del seminario por hacer trampa.

José William Rivadeneyra, seminarista y ahora profesor en un colegio religioso de Chiclayo, afirma que Prevost era una persona jovial.

“Hacía muchos chistes y eran contagiosos. Tenía un sentido del humor inigualable”.

Camacho, quien siguió sirviendo como monaguillo de Prevost cuando este se trasladó más tarde a Trujillo, refirió que nunca lo vio enojado ni sensible, ni siquiera en las circunstancias más difíciles.

“Un día lo encontré pues con su ropa (empacando) y me dijo que estaba viajando a Estados Unidos, ‘mi madre ha fallecido'”, dijo. “A mi me dio una pena inmensa, creo que lloré por él, pero tenía una tranquilidad, quizá el dolor iba por dentro, como diciendo que ya mi madre esta en manos de Dios, la va a recibir”.

Camacho le preguntó entonces a Prevost si podía ponerle a su hija el nombre de su difunta madre y el papa accedió, convirtiéndose posteriormente en el padrino de Mildred Camacho, quién ahora es madre y tiene 29 años.

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